La Corrupción en Chile
La corrupción en Chile ha dado mucho que hablar en el último tiempo y ha destapado una serie de aristas, que golpean a varios sectores. Cómo es de público conocimiento, en el último tiempo, el caso de las fundaciones de democracia viva, de urbanismo social y muchas otras más ligadas al gobierno del presidente Boric, han dejado en evidencia un descarado mecanismo para desfalcar el Estado. Todo ello ha sido la tónica que permite a la opinión pública conocer la forma en cómo se realizan traspasos de dineros hacia organismos que se supone son, en esencia, sin fines de lucro.
Es indudable que esta situación ha sido la punta del iceberg que deja entrever una estructurada red de Corrupción y que estaría utilizando un mecanismo encubierto, bajo la figura legal de Fundaciones, para hacerse de cuantiosos montos públicos que no estarían siendo utilizados para los fines declarados, sino más bien financiando acciones y fines políticos, además de sus propios bolsillos.
Sin embargo, a través de estos casos, queda en evidencia la verdadera intención de quienes se presentaron como iluminados de las nuevas generaciones para cambiar la forma de hacer política y que no han hecho más que reforzar la aversión de la ciudadanía hacia el mundo político. Lo más grave de ello, es que junto con ser una conducta claramente delictiva, afecta la fe pública de aquellas fundaciones y corporaciones que sí aportan un gran valor al trabajo sin fines de lucro.
Historial de Casos
El destape de casos de corrupción en el ámbito de la política viene desde hace muchos años. Uno de los más relevantes fue el bullado caso Coimas o caso Mop-Gate, que dejó al descubierto el pago de suculentos montos de dineros para la adjudicación de contratos. Otro fue el caso Penta o Penta-Gate, sobre financiamiento ilegal de la política a través de la emisión de facturas falsas. Del mismo modo ocurrió con el uso fraudulento de recursos provenientes de la Ley del Cobre que involucró a miembros del ejército de Chile o el caso de malversación de fondos públicos que involucró a miembros de Carabineros de Chile. Para qué decir, de aquel director general de la PDI, cuestionado en un caso de malversación de fondos de los gastos reservados y que aún está en proceso.
Pero también debemos recordar los 600 millones perdidos del ministerio de educación bajo el mandato de Yazna Provoste, o el caso de Carolina Tohá y 14 colaboradores que fueron responsables por más de 300 millones de pesos atribuidos a gastos improcedentes y sin respaldo, al destinar platas que iban a educación a pagos no acreditados.
En resumen, existe una serie de escándalos públicos sobre personajes y partidos políticos e instituciones del Estado que se han visto envueltos en casos de corrupción. Por ende, podemos inferir a partir de ello, que existiría una conducta predeterminada para defraudar al Estado y que solo requiere de los “contactos” adecuados para ejecutarla.
Los Pitutos
Por tradición popular se ha dicho siempre que los chilenos son los reyes del “pituto”, es decir, el contacto apropiado para influir en una determinada decisión. Sin hacer un mayor análisis, el uso de “pitutos” es una forma encubierta de tráfico de influencias, es decir, de corrupción. Todos en Chile, de una u otra forma, obtienen un beneficio a través del “pituto” y por ende se asume en el consciente colectivo que es el camino más rápido para obtener lo que se desea. Desde intentar sacar la revisión técnica trucha con algún amigo, hasta postular en una licitación bajo especificaciones técnicas entregadas también por un amigo.
Entonces si nos vamos a lo objetivo, se arraiga en nuestra cultura una forma de corrupción que está implícita por idiosincracia. Por ende, resulta casi razonable pensar que los políticos y personeros vinculados al Estado se sientan con el “derecho” de obtener beneficios a través de mecanismos arreglados, como el de tener amigos, parientes y compañeros de partido en el Estado, que terminan influyendo en aquellas decisiones que permiten traspasar dineros, o sea , pitutos.
El punto es si los chilenos terminaremos asumiendo la corrupción como parte de la esencia cultural o decididamente nos iremos en contra de este tipo de conductas que solo mellan la confianza o la buena fe. Lo más importante, a mi juicio, es terminar con aquellas conductas que son facilitadoras de los elementos gatillantes de la corrupción, principalmente en el Estado, como el simple hecho de valorar más el mérito, el conocimiento y la experiencia, por sobre el amiguismo, el partidismo o el nepotismo que llevan por sí solos a crear mecanismos corruptores.
No se si será la solución, pero lo cierto es que los iluminados de la política, actualmente ebrios de poder, han sabido encontrar la receta mágica para desangrar el Estado, incluso pedir más dinero a través de reformas tributarias o, como le llaman ahora, “pacto fiscal” con la que hipnotizan al “pueblo” y con ello seguir contribuyendo a la vorágine de robar más y más, a costa de una narrativa constante de igualdad y derechos, que solo los bobos se creen y que muchos pasarán a mejor vida, sin ver un solo peso.
Raúl Muñoz – Consultor y Asesor en Investigación y Seguridad Pública
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